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El poder del ahora's Fan Box

He encontrado un fantástico artículo en Luz del Alma, donde Miguel Ruiz dentro de su libro "Maestría del amor" nos habla del alma herida. Es muy ilustrador, leedlo con detalle:

La mente herida

Quizá nunca hayas pensado en esta cuestión, pero en mayor o en menor medida, todos nosotros somos maestros. Somos maestros porque tenemos el poder de crear y de dirigir nuestra propia vida. De la misma manera en que las distintas sociedades y religiones de todo el mundo han creado una mitología increíble, nosotros creamos la nuestra.

Nuestra mitología personal está poblada de héroes y villanos, ángeles y demonios, reyes y plebeyos. Creamos una población entera en nuestra mente e incluimos múltiples personalidades para nosotros mismos. Después, adquirimos dominio sobre la imagen que vamos a utilizar en determinadas circunstancias. Nos convertimos en artistas del fingimiento y de la proyección de nuestra imagen y en maestros de cualquier cosa que creemos ser. Cuando conocemos a otras personas las clasificamos de inmediato según lo que nosotros creemos que son. Y actuamos del mismo modo con todas las personas y cosas que nos rodean.

Tienes el poder de crear. Tu poder es tan fuerte que cualquier cosa que decidas creer se convierte en realidad. Te creas a ti mismo, sea lo que sea que creas que eres. Eres como eres porque eso es lo que crees sobre ti mismo. Toda tu realidad, todo lo que crees, es fruto de tu propia creación. Tienes el mismo poder que cualquier otro ser humano en el mundo. La principal diferencia entre otra persona y tú estriba en la manera en que aplicas tu poder y en lo que creas con él. Tal vez te parezcas a otras personas en muchas cosas, pero no todo el mundo vive la vida de la misma manera que tú.

Has practicado toda tu vida para ser quien eres y lo haces tan bien que te has convertido en un maestro de lo que crees que eres. Eres un maestro de tu propia personalidad y de tus propias creencias; dominas cada acción y cada reacción. Practicas durante años y años hasta que alcanzas el nivel de maestría para ser lo que crees que eres. Y cuando por fin comprendemos que todos nosotros somos maestros, llegamos a ver qué tipo de maestría tenemos.

Cuando un niño tiene un problema con alguien y se enfada, por la razón que sea, el enfado hace que el problema desaparezca y de este modo obtiene el resultado que quería. Entonces, vuelve a ocurrir, y vuelve a reaccionar con enfado, ya que ahora sabe que, si se enfada, el problema desaparecerá. Pues bien, después practica y practica hasta llegar a convertirse en un maestro del enfado.

Entonces, de esta misma manera es como nos convertimos en maestros de los celos, en maestros de la tristeza o en maestros del auto-rechazo. Toda nuestra desdicha y nuestro sufrimiento tienen su origen en la práctica. Establecemos un acuerdo con nosotros mismos y lo practicamos hasta que llega a convertirse en una maestría completa. El modo en que pensamos, el modo en que sentimos y el modo en que actuamos se convierte en algo tan rutinario que dejamos de prestar atención a lo que hacemos. Nos comportamos de una manera determinada sólo porque estamos acostumbrados a actuar y a reaccionar así.

Pero para convertirnos en maestros del amor tenemos que practicar el amor. El arte de las relaciones también es una maestría completa y el único modo de alcanzarla es mediante la práctica. Por consiguiente, para llegar a ser maestro en una relación hay que actuar. No se trata de adquirir determinados conceptos ni de alcanzar un conocimiento en concreto. Es una cuestión de acción. Ahora bien, evidentemente, para actuar es preciso contar con algún conocimiento o al menos con una mayor conciencia de la manera en que funcionamos los seres humanos.

Quiero que te imagines que vives en un planeta donde todas las personas padecen una enfermedad en la piel. Durante dos mil o tres mil años, la gente de este planeta ha sufrido la misma enfermedad: todo su cuerpo está cubierto de heridas infectadas, que cuando se tocan, duelen de verdad. Evidentemente, la gente cree que esta es la fisiología normal de la piel. Incluso los libros de medicina describen dicha enfermedad como el estado normal. Al nacer la piel está sana, pero a los tres o cuatro años de edad, empiezan a aparecer las primeras heridas y en la adolescencia, cubren todo el cuerpo.

¿Puedes imaginarte cómo se tratan esas personas? Para relacionarse entre sí tienen que proteger sus heridas. Casi nunca se tocan la piel las unas a las otras porque resulta demasiado doloroso, y si, por accidente, le tocas la piel a alguien, el dolor es tan intenso que de inmediato se enfada contigo y te toca a ti la tuya, sólo para desquitarse. Aun así, el instinto del amor es tan fuerte que en ese planeta se paga un precio elevado para tener relaciones con otras personas.

Bueno, imagínate que un día ocurre un milagro. Te despiertas y tu piel está completamente curada. Ya no tienes ninguna herida y no te duele cuando te tocan. Al tocar una piel sana se siente algo maravilloso porque la piel está hecha para la percepción. ¿Puedes imaginarte a ti mismo con una piel sana en un mundo en el que todas las personas tienen una enfermedad en la piel? No puedes tocar a los demás porque les duele y nadie te toca a ti porque piensan que te dolerá. Si eres capaz de imaginarte esto, podrás comprender que si alguien de otro planeta viniera a visitarnos tendría una experiencia similar con los seres humanos. Pero no es nuestra piel la que está llena de heridas. Lo que el visitante descubriría es que la mente humana padece una enfermedad que se llama miedo. Al igual que la piel infectada de los habitantes de ese planeta imaginario, nuestro cuerpo emocional está lleno de heridas, de heridas infectadas por el veneno emocional. La enfermedad del miedo se manifiesta a través del enfado, del odio, de la tristeza, de la envidia y de la hipocresía, y el resultado de esta enfermedad son todas las emociones que provocan el sufrimiento del ser humano.

Todos los seres humanos padecen la misma enfermedad mental. Hasta podríamos decir que este mundo es un hospital mental. Sin embargo, esta enfermedad mental ha estado en el mundo desde hace miles de años. Los libros de medicina, psiquiatría y psicología la describen como un estado normal. La consideran normal, pero yo te digo que no lo es.

Cuando el miedo se hace demasiado intenso, la mente racional empieza a fallar y ya no es capaz de soportar todas esas heridas llenas de veneno. Los libros de psicología denominan a este fenómeno enfermedad mental. Lo llamamos esquizofrenia, paranoia, psicosis, pero la verdad es que estas enfermedades aparecen cuando la mente racional está tan asustada y las heridas duelen tanto, que es preferible romper el contacto con el mundo exterior.

Los seres humanos vivimos con el miedo continuo a ser heridos y esto da origen a grandes conflictos dondequiera que vayamos. La manera de relacionarnos los unos con los otros provoca tanto dolor emocional que, sin ninguna razón aparente, nos enfadamos y sentimos celos, envidia o tristeza. Incluso decir «te amo» puede resultar aterrador. Pero, aunque mantener una interacción emocional nos provoque dolor y nos dé miedo, seguimos haciéndolo, seguimos iniciando una relación, casándonos y teniendo hijos.

Debido al miedo que los seres humanos tenemos a ser heridos y a fin de proteger nuestras heridas emocionales, creamos algo muy sofisticado en nuestra mente: un gran sistema de negación. En ese sistema de negación nos convertimos en unos perfectos mentirosos. Mentimos tan bien, que nos mentimos a nosotros mismos e incluso nos creemos nuestras propias mentiras. No nos percatamos de que estamos mintiendo, y en ocasiones, aun cuando sabemos que mentimos, justificamos la mentira y la excusamos para protegernos del dolor de nuestras heridas.

El sistema de negación es como un muro de niebla frente a nuestros ojos que nos ciega y nos impide ver la verdad. Llevamos una máscara social porque resulta demasiado doloroso vernos a nosotros mismos o permitir que otros nos vean tal como somos en realidad. El sistema de negación nos permite aparentar que toda la gente se cree lo que queremos que crean de nosotros. Y aunque colocamos estas barreras para protegernos y mantener alejada a la gente, también nos mantienen encerrados y restringen nuestra libertad. Los seres humanos se cobijan y se protegen y cuando alguien dice: «Te estás metiendo conmigo», no es exactamente verdad. Lo que sí es cierto es que estás tocando una de sus heridas mentales y él reacciona porque le duele.

Cuando tomas conciencia de que todas las personas que te rodean tienen heridas llenas de veneno emocional, empiezas a comprender las relaciones de los seres humanos en lo que los toltecas denominan el sueño del infierno. Desde la perspectiva tolteca todo lo que creemos de nosotros y todo lo que sabemos de nuestro mundo es un sueño. Si examinas cualquier descripción religiosa del infierno te das cuenta de que no difiere de la sociedad de los seres humanos, del modo en que soñamos. El infierno es un lugar donde se sufre, donde se tiene miedo, donde hay guerras y violencia, donde se juzga y no hay justicia, un lugar de castigo infinito. Unos seres humanos actúan contra otros en una jungla de predadores; seres humanos llenos de juicios, llenos de reproches, llenos de culpa, llenos de veneno emocional: envidia, enfado, odio, tristeza, sufrimiento. Y creamos todos estos pequeños demonios en nuestra mente porque hemos aprendido a soñar el infierno en nuestra propia vida.

Todos nosotros creamos un sueño personal propio, pero los seres humanos que nos precedieron crearon un gran sueño externo, el sueño de la sociedad humana. El Sueño externo, o el Sueño del Planeta, es el Sueño colectivo de billones de soñadores. El gran Sueño incluye todas las normas de la sociedad, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y sus diferentes formas de ser. Toda esta información almacenada dentro de nuestra mente es como mil voces que nos hablan al mismo tiempo. Esto es lo que los toltecas denominan el mitote.

Pero lo que nosotros somos en realidad es puro amor; somos Vida. Y lo que somos en realidad no tiene nada que ver con el sueño, pero el mitote nos impide verlo. Cuando contemplas el sueño desde esta perspectiva y cobras conciencia de lo que eres, comprendes cuán absurdo resulta el comportamiento de los seres humanos, y entonces, se convierte en algo divertido. Lo que para todos los demás parece un gran drama para ti es una comedia. Ves de qué modo los seres humanos sufren por algo que carece de importancia, algo que ni siquiera es real. Pero no tenemos otra opción. Nacemos en esta sociedad, crecemos en esta sociedad y aprendemos a ser como todos los demás, actuando y compitiendo continuamente de un modo absurdo.

Construye tu destino

Parece que hay una fuerza superior que está obligando a muchas personas a realizar un cambio interior, una transformación. Algunas no entienden y se aferran a lo antiguo consiguiendo así solo más sufrimientos. Otras ya están en el camino y esto les está suponiendo muchas satisfacciones y sobre todo mucha tranquilidad a pesar de todas las fuerzas que en estos días están actuando para desestabilizarnos.

Solo los que sean capaces de superar su propia barrera estarán preparados para asumir los cambios internos que nos están viviendo encima debido a las fuerzas cósmicas que están actuando como resultado de los cambios de posición de nuestra tierra y nuestra galaxia en el universo.

Las predicciones mayas están en lo cierto, nos estamos acercando al centro de la galaxia y ello conlleva una fuerza increíble dentro de nosotros. Estoy observando como algunas personas se muestran mucho más agresivas que antes, más desestabilizadas, mientras que otras están iniciando un cambio rápido y espectacular hacia su equilibrio interior.

Aquellos que seamos capaces de integrar la nueva visión de la vida, aquellos que lleguemos a transformarnos podremos superar esta nueva etapa del mundo que ya está empezando a dar señales de vida, construye tu destino sin miedo, no vas a perder nada. La fuerza está ahí y resistirse solo te aportará un mayor sufrimiento.

Wayne Dyer - Construye tu destino

Examina las presiones y creencias que has incorporado en ti mismo, que reflejan el pensamiento de tu familia más inmediata, de tu familia más amplia, de tu comunidad, el grupo religioso al que perteneces, el grupo étnico, el grupo educativo/empresarial, o cualquier otra multitud de unidades especializadas de personas. Determina aquellos ámbitos en los que tu vida se ve mediatizada por las disposiciones mentales predeterminadas, que hacen que tu evolución personal sea más lenta porque aquello que realmente deseas o crees no obtiene ninguna energía de tu propia singularidad.

Si comprendes verdaderamente la capacidad para la manifestación, te darás cuenta de que puedes controlar la velocidad a la que se produzca el cambio en tu vida. Un místico practicante se manifestará rápidamente porque está conectado con el mundo situado detrás de sus ojos, en lugar de ver el mundo como algo dictado por los ojos del grupo y de todos sus antecesores.
Al experimentar la desconexión respecto a esas fuerzas exteriores, verás cómo aumenta drásticamente la velocidad de tu evolución. Si escuchas una voz interior, detrás de los globos oculares, que te dice: «Avanza», ya no aguardarás a esperar a alguien para avanzar, antes de dar el primer paso. Ya no tendrás que revisar tus sugerencias para contrastarlas con la mentalidad del grupo, que está destinada a mantenerte seguro y a desanimar tu individualidad.

Tienes que desconectarte de tu condicionamiento y saber, dentro de ese espacio íntimo situado detrás de tus ojos, que puedes aceptar y aceptarás el desafío de manifestar tu destino. Al cultivar la convicción interna sobre la manifestación del mundo de lo invisible en el mundo material, comprenderás que hay una fuerza universal que se encuentra en todas las cosas del universo. No hay un Dios separado para cada individuo, cada planta, cada animal, cada mineral. Todos son uno. En consecuencia, la misma fuerza divina que hay dentro de ti, que te hace pensar y respirar, se encuentra simultáneamente en todos los seres humanos y en todas las cosas. Es algo universal. Así pues, no existe lugar alguno en el que no esté. En consecuencia, lo que percibes como ausente de tu propia vida, también contiene la misma fuerza divina o inteligencia universal que está dentro de ti.

La manifestación, por lo tanto, no es más que el dar forma a un nuevo aspecto de ti mismo. No estás creando algo a partir de la nada. Aprende a alinearte con un aspecto de tu ser que tus sentidos no sabían que pudiera ser activado. Esto constituye una parte muy importante de esta comprensión. ¡Tú y aquel que deseas manifestar en tu vida son uno! Finalmente, sabrás que tu tarea consiste en decir «Sí!», en lugar de preguntar «Cómo?»

Tu cerebro inmortal de Joe Dispenza

En una entrada anterior me refería a Joe Dispenza y los descubrimientos que ha hecho tras su interés por descubrir las "curaciones milagrosas" con respecto a los cambios en el pensamiento.

En esta ocasión quiero dar la oportunidad de ver el documental "tu cerebro inmortal".

En este documental, habla de química y física, de hábitos, de reprogramación y de una inteligencia superior divina, espiritual o subconsciente.
"...La curación puede empezar cuando ponemos atención en nuestros pensamientos habituales y nos damos cuenta de que nuestras actitudes inconscientes han dado lugar a la persona en que nos hemos convertido."
Expresa la capacidad del ser humano de construir y conducir el propio cerebro y a través de él influir en el cuerpo basándose en su experiencia personal y en la observación de enfermos con remisiones espontáneas.






Las cosas no son lo que parecen: Cuento sufi

Hace unos días hablé ya sobre los cuentos sufis, puedes iniciar el camino en este post.

En esta ocasión voy a dejar aquí un cortito cuento Sufi muy actual, no habla de samurais ni monjes, pero es Sufi

Las cosas no son lo que parecen

Un hombre viajaba tranquilamente en su coche. Sucedió que al entrar en una curva peligrosa, otro coche salía de ésta dando volantazos y viniendo hacia él de manera muy peligrosa. Al pasar a su lado casi rozando, gritó su conductor:

-¡Cerdo¡

El primer hombre indignado le respondió con otro insulto y continuó como pudo entrando en la curva y una vez pasándola se encontró de inmediato con un enorme cerdo, que no pudo esquivar y al que golpeó saliéndose de la carretera y quedando tirado en la cuneta



Cambia tu pensamiento para cambiar tu vida

Hace ya mucho tiempo que no leía a Louise L. Hay. Creo que fue el primer libro que leí sobre el cambio que puedes llegar a producir en tu vida cambiando tus pensamientos.

Ahora que estoy retomando mi contacto con los viejos amigos de Ecuador (que vivencias y que recuerdos que ya están dejando de ser recuerdo y volver a ser una nueva realidad), no está mal retomar la lectura de mis "viejos" escritores.
De niños, a partir de las reacciones de los adultos que nos rodeaban aprendimos quiénes éramos y qué era la vida. Por eso muchos tenemos una idea de nosotros mismos que no nos pertenece, como no nos pertenecen muchas de las reglas que nos dictan cómo hemos de vivir. Si has vivido con personas que eran desdichadas o coléricas, que se sentían asustadas o culpables, entonces habrás aprendido muchísimas cosas negativas sobre ti mismo y sobre tu mundo.

Cuando crecemos, tenemos tendencia a recrear el ambiente emocional de nuestro hogar de la infancia. También tendemos a reproducir, en nuestras relaciones personales, las que tuvimos con nuestros padres. Si de niños nos criticaban mucho, en nuestra vida adulta buscaremos personas que se comporten de igual modo. Si de niños nos elogiaron, amaron y estimularon, intentaremos reproducir ese mismo comportamiento.

No estoy animándote a culpar a tus padres. Todos somos víctimas de víctimas, y ellos no podían enseñarte algo que no sabían. Si tu madre o tu padre no sabían lo que era amarse a sí mismos, era imposible que te enseñaran a ti cómo hacerlo. Se arreglaron lo mejor que pudieron con la información que tenían. Piensa un momento en la forma en que los habían educado. Si quieres entender mejor a tus padres, ¿por qué no les preguntas por su infancia? Yo creo que elegimos a nuestros padres. Creo que hemos decidido encarnarnos en esta tierra en un momento y un lugar determinados. Hemos venido aquí a aprender ciertas lecciones que nos permitan avanzar en nuestra senda espiritual y evolutiva. Creo que escogemos nuestro sexo, el color de nuestra piel y nuestro país, y luego buscamos específicamente los padres que favorezcan nuestro trabajo espiritual en esta vida.

Todo aquello con que nos enfrentamos es un pensamiento, y los pensamientos se pueden cambiar. Sea cual fuere el problema, tus experiencias son los efectos externos de algo interno: tus pensamientos. Incluso el odio a uno mismo es una idea que uno tiene de sí. Esta idea produce un sentimiento, y uno acepta ese sentimiento. Pero si no tuviéramos la idea, no tendríamos el sentimiento. Los pensamientos se pueden cambiar. Cambia el pensamiento y el sentimiento desaparecerá.

Louise Hay - Amate a tí mismo

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